Café Filosófico en Vélez-Málaga 13.5
17 febrero de 2023, Sociedad “La Peña”, 18:00 horas
La vida es en sí misma y siempre un naufragio. Naufragar no es
ahogarse. El pobre humano, sintiendo que se sumerge en el abismo, agita
los brazos para mantenerse a flote. Esa agitación de los brazos con que
reacciona ante su propia perdición, es la cultura –un movimiento
natatorio–. Cuando la cultura no es más que eso, cumple su sentido y el
humano asciende sobre su propio abismo.
Ortega y Gasset
¿Por que necesitamos cultura?
En esta sesión del Club de Filosofía, en la Sociedad Recreativa y Cultural La Peña de Vélez-
Málaga, la filosofía se puso a prueba a sí misma. ¿Cuál debe ser su papel en la sociedad? ¿Debe mirarse el
ombligo como disciplina, o bien, debe estar a servicio de las preocupaciones e inquietudes de los seres
humanos que pueblan este planeta? Aquí apostamos por lo segundo, claro. Pero sin instrumentalizar a la
filosofía. Nos explicamos: poner al servicio, no implica mudar su naturaleza hasta que la filosofía sea
irreconocible; por ello, la noción y la actitud filosófica no se altera sino que, desde su perspectiva de la
realidad (una perspectiva reflexiva, radical, distanciada, crítica, dialógica, a la búsqueda del ser, el bien, la
verdad, la belleza, el amor), trata de abordar los problemas de nuestro tiempo y acompañar a las personas
en su vida cotidiana, sin dejar de lado nada de lo fundamental en nosotros: todo nuestro ser, físico,
afectivo, mental, espiritual, que vive y se relaciona con los demás seres y con el planeta y el universo, de
donde ha nacido y a donde habrá de volver. Pues bien, aquella tarde la filosofía fue puesta a prueba, como
decimos… Este relator te anima, querido lector, a continuar hasta el final de esta jornada.
Todo comenzó con el viento que esculpe las nubes. Siguiendo con la tradición de las últimas
ediciones de estos cafés filosóficos, se les pidió a los asistentes que se tornaran poéticos y expresaran sus
evocaciones (en este caso) sobre las “nubes”: algo irrealizable, un pronóstico de que algo nos traerán, una
belleza, un idilio, una esperanza de lluvia, alguna tranquilidad, una sugestión personal y propia, un estado
de ánimo, algo leve y evanescente, la ingravidez de la transformación constante… seguro que para ti,
también, mirar las nubes no es sólo “estar en las nubes”.
La preocupación del día resultó ser la cultura. Pero, no sólo qué es la cultura, sino cómo
cultivarnos. Y no sólo como individuos, sino socialmente, y no en general, sino dentro de mi comunidad,
cómo cultivarnos y generar cultura entre nosotros. Y la filosofía misma tuvo que implicarse. Pero
vayamos por partes… Desde el punto de vista antropológico, todos los seres humanos somos cultos, puesto
que pertenecemos a una cultura determinada (no se hablaba aquí de tener más o menos cultura o ser
cultos… eso es otra cosa). La cultura, una cultura, es todo el conjunto de experiencias sociales,
acumuladas a lo largo del tiempo, que se han ido transmitiendo de generación en generación
(verticalmente) y de unos individuos a otros (horizontalmente). Incluye conocimientos, ideas, creencias,
valores; incluye reglas institucionalizadas sobre lo que debe y no debe hacerse, y cómo hacerlo; objetos u
obras con un significado particular dentro de una cultura; habilidades y técnicas materiales y sociales; en
fin, todo lo que los seres humanos somos capaces de generar juntos a lo largo del tiempo, conservado y
transmitido.
Pero nuestros participantes querían ir más allá… y luego más acá, de esa definición de cultura tan
aséptica. Veamos. ¿Por qué necesitamos la cultura? Esas expresiones, fruto de la nuestra interacción
con el medio y entre nosotros mismos, ¿a qué inquietud humana responden? Necesitamos expresarnos,
necesitamos encontrar y aportar un sentido a la colectividad, porque estamos vinculados, porque vivir es
relacionarse y estamos en permanente interacción unos con otros y con la naturaleza, cubriendo nuestras
variadas necesidades. Y si una aportación cultural no responde a esta demanda individual, con aspiración
social, simplemente no se trasmite, no sobrevive culturalmente. Porque toda cultura ha sido fruto del
mestizaje, porque el ser humano, además de naturaleza tiene historia, como nos recordaba Ortega y
Gasset. Pero, además, al recibir cultura, los individuos como personas se desarrollan, pues sin contacto
cultural humano nuestras capacidades se estancan y atrofian; construimos nuestra imagen del mundo y de
nosotros mismos con la comunidad que nos rodea, incluso, cuando pretendemos ir en contra de una
determinada cultura. ¿Puede haber una cultura individual? Esto es un absurdo en sus términos y una
imposibilidad material. Así, no es posible un lenguaje privado, como descubrió Wittgenstein, si no, dejaría
de ser lenguaje. Hasta la cultura más aislada (de las pocas que quedan), hasta el individuo más ermitaño,
se han construido a partir de la interacción. No hay culturas aisladas, ni dentro de sí mismas, entre sus
individuos, ni fuera, sin relación con otras culturas. Es imposible. Nuestros participantes te lo sirven muy
claro, para que lo digieras. Y esta conclusión será muy útil a continuación, cuando les preocupó tanto a los
participantes la cultura de su comunidad particular.
Lo hemos dicho: la filosofía no pude quedarse al margen. El diálogo quería seguir un orden lógico,
pero la necesidad del momento apretaba, y todos los participantes se sintieron interpelados por las
inquietudes del momento, por su ciudad. ¿Por qué hay tan poca asistencia a los actos culturales que se
organizan? ¿Por qué falta la implicación de la ciudadanía? ¿Qué hacen, o qué pueden hacer, los políticos
de la ciudad? ¿Qué podemos hacer nosotros? Por otro lado, parece haber un fuerte movimiento cultural en
torno a la actividad cofrade o las fiestas patronales, y el público acude en masa a procesiones y fiestas.
¿Qué se puede hacer? Esto dijeron ellos y ellas: dar a conocer todo lo que se hace, no solamente la
cultura oficial; elaborar un censo de creadores, de todas las artes y artesanías, detectar dónde hay cultura;
fomentar la cultura desde abajo, que la gente sea la que cree cultura, y apoyarla desde arriba,
institucionalmente; conectar con la gente, abrirse a ella y sus manifestaciones culturales; educar
culturalmente, para que poco a poco se aprecie la buena cultura, sus plasmaciomes culturales más
valiosas, que se comprenda que la cultura te desarrolla como persona; que amar la cultura requiere cuidar
la cultura, como pasa con cualquier otra forma de amor; y no se confunda cultura y entretenimiento,
cultura y evasión individual o social; por último, darnos cuenta de que la cultura genera valor económico,
incluso; que la cultura no es algo, por intangible, vacío o inútil, sino que alimenta el espíritu… pues, no
sólo de pan y de circo vive el hombre, que el ser humano es un ser cultural, por naturaleza. Lo hemos
comprobado durante la pandemia. ¿Cómo hubiéramos sobrevivido sin la cultura?
De manera que la filosofía, si la practicamos, no puede alejarse de este tipo de preocupaciones
actuales. Y la discusión primera nos daba la clave para situar en su origen, en su esencia, esta última
discusión: el ser humano es un ser que se construye relacionalmente, a través de la interacción y la
vinculación mutua con los demás seres. Vamos, pues, a alimentarla. La interrelación. Si ésta se nutre
adecuadamente, la cultura crece en valor y en riqueza. Y nosotros crecemos con ella. Sea. La filosofía
practicada ha de formar parte de este magma cultural en constante movimiento. Y allí estábamos… en
mitad de la cultura, en La Peña de Vélez, abierta al público.