Título: “Sacramento” Autor: Antonio Soler
Fecha: 22 de marzo Hora: 18:30
Lugar: Azucarera de Torre del Mar
Resumen del libro
Un suceso real. Cuidadosamente ocultado desde la oscuridad de los años cincuenta hasta ahora. Un sacerdote al que una parte de la ciudad consideró un santo. Muchos lo tuvieron por un iluminado. Para otros no pasó de ser un depravado que utilizó la religión para cumplir los deseos más turbios. ¿El altar fue usado para su martirio o para una profanación sacrílega? Elevación espiritual, ceremonias sensuales, matrimonios eróticos, orgías. El secretismo, manejado por el régimen franquista y por la Iglesia, envolvió a este personaje, Hipólito Lucena. Un niño que ingresó en el seminario persiguiendo la sombra de san Bruno, el ascetismo, el silencio, y acabó envuelto en una leyenda de perversión. Esta es su historia.
Resumen de la sesión
Iniciamos nuestra sesión de hoy repasando la biografía resumida de Antonio Soler. Nacido en Málaga en 1956, es escritor, guionista de televisión y colaborador de diferentes periódicos. Inició su carrera literaria en el campo del relato con “Extranjeros en la noche” en 1992 y continuada con una serie de libros de éxito entre los que queremos destacar “El camino de los ingleses” que obtuvo el Premio Nadal de 2004 y llevado al cine en 2006. Ha sido reconocido con numerosos premios: Premio Francisco Umbral, Premio Andalucía de la Crítica, Premio Herralde, Premio de la Crítica Española y Premio Primavera de Novela. También ha impartido conferencias y Cursos en numerosas Universidades e Instituciones Culturales de Europa, Hispanoamérica, Estados Unidos y Canadá. Es miembro fundacional de la Orden irlandesa del Finnegans y recibió el título de Hijo Predilecto y la Medalla de Oro de Málaga en febrero de 2006. Su última novela “Sacramento” escrita en 2021, es la que comentamos hoy.
“Sacramento” trata de un suceso real, cuidadosamente ocultado desde la oscuridad de los años cincuenta hasta ahora -nos expresa una de las asistentes-. La primera parte podría situarse más como un ensayo que de pura narrativa; la otra parte tiene que ver con la crónica y la mirada social. Opino que el autor no escribe contra la Iglesia, sino sobre un hecho acaecido en la Iglesia. Quiere dar a conocer un hecho desconocido para el gran público, pero del que se hablaba, de forma velada, en algunos círculos de la sociedad malagueña.
De todas formas, el principio de la sesión se enfocó más a la primera parte del libro en el que el autor nos describe sus inicios como escritor y sus primeros “pinitos” en la literatura. El compartir tertulia con personas tan importantes en la cultura malagueña como Rafael Pérez Estrada, Rafael Ballesteros, José Ignacio Díaz Pardo o Fernando Arcas, le van a ayudar a Antonio Soler a encauzar su camino literario que estuvo a punto de abandonar por preparar unas Oposiciones a Correos. “Leer, escribir y esperar que lo que escribía pudiera cambiar mi vida” -decía Antonio Soler-. Y se recordó cómo la primera vez que el autor va a oir hablar de D. Hipólito Lucena va a ser porque le encargan algunos miembros de este grupo que prepare un artículo sobre él para una revista cultural que quieren publicar. Habla con el librero Pepe Negrete (que le contó que él fue quien lo casó) y con Alfonso Canales, primo de Ballesteros y Abogado del Obispado con el fin de conseguir información, pero ese artículo no lo pudo escribir por falta de documentación. Treinta y cinco años más tarde y por una serie de casualidades, la historia de D. Hipólito Lucena vio la luz como libro.
Alguien recuerda que en esta primera parte Antonio Soler nos habla de que tenía una novia –la Chica de la Cicatriz- y tres amigos, el Gran Malke, su hermano Paquito y el Gordo con los que salía a correr por el paseo marítimo. Y se cita una recomendación de este último que va a tener gran influencia en su futuro: “El contacto o la amistad con esas personas te viene bien”. El Gordo cuidaba, dentro de sus posibilidades, al escritor en ciernes.
Una reunión en el Bilmore, donde se veían los miércoles, sirvió para que el autor recuperara el tema de D. Hipólito. Díaz Pardo comentó algo sobre las hipolitinas y Felix Bayón preguntó quiénes eran. Pablo García Baena le recuerda a Pérez Estrada que conocían a Margarita V. y a Asunción, que fue hipolitina, lo que sorprendió a Antonio Soler, ya que en su día sólo le ofreció el contacto con Alfonso Canales. Rafael Pérez Estrada quedó citado con Margarita V. y Antonio Soler en una cafetería. Ella no había sido hipolitina, pero sí su hermana mayor, por lo que podría darle alguna información. Mantuvieron una larga conversación y ella, al preguntarle el autor del libro cómo era D. Hipólito, tuvo una escueta respuesta: “Yo diría que era un hombre repulsivo y por lo que me contaron, ya de pequeño era un niño raro, como sus padres que también lo eran.” Recordamos que tuvieron que pasar casi dos décadas para que otra casualidad reavivara aquel proyecto: ya en el año 2019, Fernando Arcas coincide en el autobús con Pilar Oriente, amiga común de algunos de los componentes con los que se reunía Antonio Soler, y le habla de que había recibido entre una serie de pertenencias de una tía suya fallecida, un álbum enteramente dedicado a D. Hipólito. Fernando Arcas le habla a Antonio Soler de mantener una reunión con Pilar: Hipólito Lucena había cobrado materia de personaje. Su vida, su verdadera vida, la que lo llevaría a Roma y lo envolvió en un manto de misterio, empezó después de la Guerra Civil. Con estos Obispos, D. Balbino Santos, D. Ángel Herrera Oria y D. Emilio Benavent vivió y violentó los preceptos sagrados D. Hipólito Lucena, cuya vida se analiza en el libro y que comentamos en este Club de Lectura.
Es el primer libro que leo de Antonio Soler y me ha gustado -es la opinión de una de las asistentes a la tertulia-. Es un libro biográfico. Tiene una prosa culta, un exquisito vocabulario y describe muy bien a los personajes, ya que no se queda sólo en lo físico, sino que les saca el alma. Me ha encantado el personaje del librero Pepe Negrete y creo que si me lo pudiera encontrar hoy, lo reconocería. Hace un análisis socio-político de la Málaga de la posguerra extraordinario y nos pone en contacto con la élite cultural de la época. Soler ha demostrado valentía al tocar un tema tan escabroso, sin caer en lo «porno» limitándose a narrar los hechos.
Otro de los asistentes nos habla del protagonista del libro, D. Hipólito. En mi opinión construye un argumento teológico para permitirse el placer sexual y excusarse en él, es decir hace una teoría sobre la sexualidad, inspirado en el lema de San Agustín «Ama y haz lo que quieras». Nunca se sintió culpable de lo que hacía. Forma una congregación «las Hipolitinas» y practica con ellas el «matrimonio místico». El confesionario es el instrumento que utiliza. Reconocía la tentación y vivía con ella. Consigue la plaza de párroco en propiedad de la Iglesia de Santiago y es en el altar donde consuma el acto. Realiza una gran labor social en su parroquia. Un informe extenso de Saturnino Quiroga (un sacerdote que llega a la Parroquia de D.Hipólito con la excusa de ayudarle, pero que viene a vigilarlo) sobre los encuentros sexuales de Hipólito dan prueba de una gran desviación espiritual y desvarío psicólogo o mental.
Alguien recuerda el mundo “moderno” -años cincuenta- que toca vivir en la época de D. Hipólito, y éste es complicado. La realidad se multiplica y a veces es difícil entenderla. Es época de grandes sucesos: aparecen huchas de oro, platillos volantes, sucesos prodigiosos (el niño-lobo de la India), apariciones de la Virgen en diferentes lugares, el jazz, las primeras televisiones en EE.UU, de todo ello se escribe en la prensa española. Y todo ello adobado en nuestro país por la pobreza y la incultura, un caldo de cultivo ideal donde aparece la figura de D.Hipólito.
Me encanta el dominio del lenguaje que usa el autor. La cantidad de sinónimos y de diferentes palabras para expresar una idea. Al principio me costó adaptarme a la manera de escribir. Daba la impresión de no usar signos de puntuación y me costaba entenderlo. Por otro lado no conocía esta historia y me ha resultado sorprendente, imposible de creer (cómo es posible que estas historias hayan ocurrido) -opina otro de los participantes- pero es cierto. El autor se detiene mucho en la niñez, describiendo la madurez y relatando la “secta” y la manipulación de las feligresas, pero no se sabe nada de los veinte años que pasa recluido en Suiza. Termina la historia rápidamente. En mi opinión resulta largo al comienzo, pero faltan datos al final.
En esos tiempos el poder franquista estaba muy unido a la religión y ésta era el sostén de la represión -se comenta-. Este cura pienso que tenía problemas desde su infancia, pues mostraba una conducta depravada y trastornada con respecto a la sexualidad y por otro lado parecía un santo. El autor expone los hechos pero no plantea una conducta moral sobre el comportamiento de Hipólito, creo que Antonio Soler ha hecho un buen trabajo de investigación con audacia, valentía y talento.
En una nueva intervención, alguien expone que aparenta ser una novela precedida por una especie de ensayo relatado en primera persona, donde se narra la génesis de la misma; después nos introduce en el laberinto que presenta una tormenta de ideas en escritura libre para llegar a la introducción de la misma (con un narrador omnisciente) planteando la vida de Hipólito en su niñez y en el seminario, cuya vida atroz parece querer justificar sus actos posteriores. La novela me parece muy buena, describe muy bien a los personajes algunos de los cuales conocí, como al librero Pepe Negrete, que formó parte de mi juventud e influyó en mi afición a leer. Personajes muy bien descritos donde solo le quitaría la constante mención de obras literarias de las que se jacta conocer y de haber leído. Tampoco comparto la forma del entrecomillado al presentar los diálogos. Por último, para mí es muy buena obra que me ha hecho recorrer las calles y personajes de mi juventud.
Conforme avanzaba el libro –comenta una de las asistentes-, los nombres de sus personajes no me eran desconocidos. Al comentar con mi esposo el libro, resultó que conocía la historia: convivió en el Seminario con algunos de los personajes. D.Hipólito ya había fallecido, aunque su historia era conocida entre los seminaristas. Los comentarios sobre la actuación de D Hipólito se basaban en que era un iluminado que se creía el Espirito Santo y como tal se comportaba. Nunca se sintió culpable ni pecador.
Ha sido una suerte leer esta novela gracias al Club de Lectura porque no conocía al autor y me parece muy buena obra. A mí me ha llamado la atención el gran número de referencias literarias y filosóficas que aparecen, sobre todo en la primera parte (Proust, Manzoni, H. Bölh, Bronte, Nietzche…) y el relato de su propia experiencia como autor, es literatura de la literatura. Respecto a la opinión de que el autor quizás hace excesivo alarde de su erudición, a mí me parece lógico que haga estas referencias, porque Antonio Soler, en su oficio de escritor, está en conexión con otros autores de la literatura, que es universal y culta. En otro momento su narración se hace más libre porque prescinde de algunos signos de puntuación e incluso mezcla palabras y distintas tipografías. Casi un ejercicio surrealista. En cuanto al relato que tiene como protagonista a Hipólito Lucena, -continúa esta asistente- está muy bien construido y nos permite entender cómo llegó este sacerdote a construirse una religión a su medida para dar salida a su sexualidad. El relato es coherente y a veces escabroso por la naturaleza de las relaciones sexuales que se describen, desde una persona con superioridad intelectual, formación y un lugar privilegiado, el confesionario, desde el que manipula a un grupo de mujeres que lo consideran un santo por su labor social en la parroquia.
Estos son, en mi opinión, los argumentos del párroco:
– la idea de San Agustín: ama y haz lo que quieras.
– el mundo tiene luces y sombras como el hombre “así lo quiso Dios, es un reflejo del mundo”.
– él interpretaba las Escrituras, porque estas cambiaban “según los intereses del Papa de turno”.
Es una sublimación de la sexualidad en donde mezcla el deseo sexual con el sentimiento religioso inventando unos “esponsales místicos“. Desde esta postura, este sacerdote quiso justificar su actitud y nunca reconoció su culpa. Para mí en un acto de soberbia, no aceptó sus responsabilidades (hubo una menor entre las hipolitinas) y en ningún momento se planteó su voto de castidad. Por otra parte, ¿si lo consideraba bueno y necesario por qué no lo predicó? ¿Por qué lo mantuvo siempre oculto bajo el secreto de confesión? ¿Por qué no admitió a otros discípulos? Para mí, prefirió tener un harén disfrazado de buenas intenciones.
A mí personalmente, -una nueva opinión- me han parecido tres libros en uno: por una parte la crónica de cómo le llega la historia, y esto, como ya se ha dicho antes, es un ejercicio de memoria de una época que algunos todavía recordamos. Por otra parte el tema en sí del poder de la Iglesia en aquella época: como este señor termina en una cárcel pero juzgado en el Vaticano; la justicia secular en España no tiene ningún efecto sobre un sacerdote depredador de mujeres. Me parece de una gran valentía tocar este tema en la ciudad natal del autor y del malhechor.
A mí me ha llamado mucho la atención lo que ha dicho una compañera de que si no sabemos teología quizá nos cueste trabajo entender a D. Hipólito. La frase de San Agustín es de una libertad asombrosa y puesta en una mente como la de este cura, una bomba. No estoy para nada de acuerdo con lo que hizo. Tampoco creo en la inocencia de las señoras en una sociedad tan limitada como la que había entonces. Estoy de acuerdo con el retrato que hace el autor de la Málaga que abarca la República y la posguerra, pero no, por supuesto, con la utilización interesada de la frase de San Agustín por parte del cura. Y surge una pregunta: ¿los argumentos que empleaba D. Hipólito para convencer a sus adeptas, se los creía… o era una farsa para satisfacer su perversa sexualidad?
A mí me sonaba el nombre de las hipolitinas por oírlo de pequeña a mi alrededor, señal de que había rumores del hecho. Me sorprende cómo la Iglesia pudo tapar estos hechos durante tanto tiempo y cómo las buenas obras que hizo D. Hipólito fueron utilizadas para ocultar todo lo malo que hacía. Quiero también resaltar cómo, abusando del confesionario, manipulaba a las mujeres más débiles o que estaban descontentas en su matrimonio. Por último opino que el libro es una crónica de una época en las que Iglesia y Estado eran una misma cosa. Y es que el poder se cimentaba en el terror político y con la religión como sostén espiritual de la represión.
“Sacramento” nos describe a dos Hipólitos: el Santo y el mortal. ¿Existía uno mientras actuaba el otro? ¿Se conocen en verdad el uno al otro? Visitando la Gota de Leche, las Hermanitas de los pobres, los moribundos, ancianos, enfermos, llevando medicamentos, dispensando confesión, visitando las cabañas y los corralones…pero sin abandonar las visitas a las casas de las buenas familias, ya que de ahí procedían la mayor parte de sus acólitas. Y además en el Salón Parroquial recién restaurado de la Iglesia de la Merced va a hacer representaciones teatrales y poner películas. Es un hombre ejemplar D. Hipólito Lucena. Y como está muy preocupado por “su rebaño”, está muy pendiente de la limpieza de sus almas y para ello nada mejor que la confesión para estar más cerca de Dios, lo que recomendaba al menos dos veces por semana. ¿Era el confesionario una prolongación del teatro? Porque en su cabeza existía una labor apostólica pero también “otra inclinación” y él buscó que los dos caminos fueran compatibles. Y fue el confesionario el lugar elegido para que el buen pastor formara su rebaño, estando tan férreamente unidas a él que lo consideraban su padre espiritual y su esposo. ¿Depravado? ¿Trastornado? ¿Manipulador? El informe del dominico Saturnino Quiroga especifica que su comportamiento da pruebas de una gran desviación, probablemente no solo de orden espiritual, de iluminado, sino también de un desvarío psicológico o mental. Benavent Escuín y Herrera Oria deciden que corresponde a las más altas instancias tomar una determinación: Roma. Pero a partir de este momento una sola frase será continuamente repetida por D. Hipólito Lucena tanto en Málaga como en Roma: No he pecado.
Hipólito Lucena fue destituido definitivamente como párroco, también fue cesado para la eternidad de todos sus cargos y dignidades. Se le aplicó la justicia que la Iglesia reservaba a los herejes y los iluminados. La Santa Institución “no se hacía cargo ni admitía ninguna responsabilidad en los daños físicos o morales provocados a la congregación de las hipolitinas ni a los posibles hijos que pudieran haber sido concebidos por la unión de Hipólito Lucena Morales con cualquiera de aquellas mujeres”.
Nada se supo de todo aquello en Málaga, pero una vez acabado el proceso de Roma, la Iglesia de la Merced fue derribada hasta los cimientos. Tras veinte años de cautiverio, D. Hipólito regresa al aeropuerto de Málaga donde le espera su hermana Fuensanta y cinco de las antiguas hipolitinas. El 27 de octubre de 1985, falleció D. Hipólito a los setenta y ocho años y el 6 de noviembre, en la Iglesia Parroquial de Santiago, se celebró un funeral por su eterno descanso.
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Próximo libro
Título: ”Magallanes“ Autor: Stefan Zweig
Fecha: 20 de abril Hora: 18:30 Lugar: Azucarera de Torre del Mar