Muchas personas se me acercaban -todavía me sucede algunas
veces- y me preguntaban si Carl [Sagan] había cambiado al final y se
había convertido a la creencia en una vida después de la muerte. También
me preguntaban frecuentemente si creo que lo volveré a ver. Carl enfrentó
su muerte con infatigable valentía y nunca buscó refugio ni ilusiones. La
tragedia era que ambos sabíamos que nunca nos volveríamos a ver. Nunca
he esperado volver a reunirme con Carl. Pero lo más grandioso es que
cuando estuvimos juntos, durante casi veinte años, vivimos con una vívida
apreciación de cuán corta y cuan preciosa es la vida. Nunca trivializamos
el significado de la muerte, fingiendo que era alguna otra cosa diferente a
un último adiós. Cada momento que estuvimos vivos y estuvimos juntos fue
milagroso -pero no en el sentido de haber sido inexplicable o sobrenatural.
Sabíamos que habíamos sido beneficiarios del azar… Que el puro azar
haya sido tan generoso y tan amable… Que nos pudimos encontrar, como
Carl escribió de forma tan hermosa en Cosmos, sabes, en vastedad del
espacio y en la inmensidad del tiempo…
Ann Druyan
La emoción básica que gobierna toda la actividad del ego es el
miedo. El miedo a no ser nadie, el miedo a no existir, el miedo a la muerte.
Todas sus actividades están concebidas en último término para eliminar
este miedo, pero lo máximo que puede hacer el ego es taparlo
temporalmente con una relación íntima, una nueva posesión, una victoria
en esto o en lo otro. Una ilusión nunca podrá satisfacerte. Sólo la verdad
de lo que eres, si llegas a ella, te hará libre
Eckhart Tolle, Un nuevo mundo, ahora
¿Por qué necesitamos saber qué hay detrás de la muerte?
El Café filosófico de noviembre coincidió -sólo un día de retraso- con la celebración del Día
mundial de la filosofía, que en Málaga fraguó el I Festival de Filosofía, y en el IES Juan de la
Cierva de Vélez-Málaga una jornada reivindicativa: “Filosofía sí”, convocada por la Red Española
de Filosofía (REF). No era la primera ocasión en que se abordaba el tema de la muerte en nuestro
café filosófico pero, como ya sabíamos, hablar de la muerte es hablar de la vida. Más exactamente:
de cómo se vive, según Séneca. De hecho, es lo que sucede con cualquier dualidad: hablar de un
extremo supone hablar del otro. Dos caras de la misma moneda.
En este caso superamos la dualidad, si notamos que ambas, la vida y la muerte, suponen vivir. Vivir tu vida. Y vivir tu muerte.
Una manera humana de vivirla es preguntarnos: ¿Por qué necesitamos saber qué hay detrás de la
muerte? Una pregunta muy humana, muy nuestra, que se deshace como un azucarillo si aprendo a
vivir bien, sin demasiada angustia vital. Y para esto, una ayuda inestimable es el filosofar. De ahí
que muchos clásicos del pensamiento dijeran que filosofar es aprender a morir, dando carpetazo a
nuestras creencias erróneas, mientras vivimos. Viviendo. Platón, Cicerón, Michel de Montaigne, Ibn Arabi, Óscar Brenifier… o Séneca, que nos insistía, como decíamos: no importa morir, o si morimos antes o después, sino cómo vivimos, aquello que vivamos.
Pero todo esto ya lo sabían nuestrosparticipantes. Sin necesidad de nombrarlos, por entre todos estos grandes de la filosofía navegó
nuestro diálogo filosófico de aquella tarde. El velero más certero es siempre la propia experiencia.
En numerosas ocasiones, nos preguntamos cómo podríamos llegar a comprender una determinada
situación, una determinada acción, a una determinada persona. Si hay casos que no pueden ser
comprendidos de ninguna manera, que no son dignos de ser comprendidos, que son inaceptables.
Por ejemplo, que personas son malvadas. Y esto, simplemente, ocurre porque no hemos adoptado
una mirada nos permita la comprensión. Todas las acciones humanas pueden ser comprendidas
-aunque no siempre hayan de ser justificadas, o sean justificables-. Es suficiente que adoptemos la
perspectiva de la humanidad. Una sección de la perspectiva cósmica. Si soy capaz -y los humanos
somos capaces, salvo impedimento de nuestras ideas erróneas, como decíamos-, si soy capaz de
sentirme, ya sea por un momento, uno con la humanidad. Con la humanidad que hay en mí. Con la
humanidad que hay en el otro. Es la misma humanidad. La secuencia del ejercicio que propuso el
moderador a los participantes fue la siguiente: piensa en una acción humana de otro, siente en tu
interior cómo eso a ti también te pasa y, si a ti te pasa y a mí me pasa, es humano que nos pase.
Puedo comprenderte. Nada humano me será tan ajeno (Terencio). La secuencia, ahora,
esquemáticamente expresada: tú → yo → nosotros.
Así pues: ¿Cuándo me sentido yo uno con la humanidad? Esto pidió el moderador a los
asistentes. Recordemos algunas de las experiencias que relataron. Escuchando lo que decía una
compañera de la mujer, me sentí mujer. Si sigo mirando, ya no veo a un ser humano con la piel de
otro color, veo un ser humano, “yo soy él”. Asistiendo a la presentación de un libro (“Las manos de
mi madre”, de Lola Valle), sentí la mano, sobre todo la de una madre, como lo más humano. Veo
que muchos lo pasan mal, y lo que hacen es luchar, como buenamente saben, por vivir mejor. He
visto cómo se puede ser feliz, a pesar de unas circunstancias adversas. La amabilidad es una
cualidad de todos los seres humanos, pero algunos lo ponen difícil, ponen bastantes excusas para no
expresarlo. Nuestra condición humana es muy frágil, hoy esa desgracia no me ocurre, pero mañana
me puede pasar a mí. La generosidad humana, aunque también quiera ocultarse, en el fondo nos
lleva a no desear nunca el mal a nadie. No hay “cosas de mujeres”, la violación no es sólo algo que
le puede pasar a una mujer, todos hemos sufrido violaciones, otro tipo de violaciones, pero en el
fondo una violación, que todos podemos comprender a partir de nuestra propia experiencia. Todos
sabemos que no puede haber un amor interesado, si es amor. Todos sufrimos debido a alguna
experiencia del pasado, que no ha sido bien cerrada. Todos hemos sentido el dolor, y hemos sufrido,
por no aceptar el dolor. Es humano el dolor y también es humano superarlo, habiéndose
transformado a uno mismo.
El mundo de los sueños, qué hay después de la muerte, la justicia en el ámbito jurídico, la
indiferencia social, la actitud filosófica, la verdad… ¡cuántos temas interesantes! Pero uno sólo el
elegido: la muerte. Por cierto, que la filosofía quedaba perfectamente saldada practicándose.
Nuestra mejor contribución en el día mundial de la filosofía. Podríamos preguntar por el sentido de
la muerte… pero esto va a salir seguro en la discusión, en el fondo de la discusión. También, ¿qué
hay después, o detrás, de la muerte? Sin embargo, no había allí nadie que hubiera estado, al menos,
en trance de morir, con alguna experiencia personal cercana a la muerte, de ahí que, entre todos
cambiaran la pregunta por una más cercana a los participantes, los que se habían planteado, aquella
tarde, el tema de la muerte. Por algo, se habría planteado… La pregunta elegida: ¿Por qué
necesitamos saber qué hay detrás de la muerte? ¡Somos humanos! Necesitamos saber… Y los
participantes se pusieron en el lugar de la humanidad para ir respondiendo:
-Necesitamos saber qué hay después de la muerte para no temer a la muerte, para
“prepararnos el cuerpo”. Para deshacer nuestro temor.
-Necesitamos, los humanos, explicaciones, saber. También de esto, de la muerte. Pero, en mi
caso, la respuesta está clara: ¡No hay nada! ¡Y me da igual!
Pregunta, entonces, el moderador: ¿Y cómo vives tu vida, según eso? ¿No te lleva a
desmotivarte?
-No, de ninguna manera. Creo en el ser humano y lucho, dentro de mis posibilidades, para
que vivamos en un mundo mejor.
-Y si hubiera algo después, ¿cambiaría tu vida con dicho conocimiento?
-No, no cambiaría.
-Parece que tú vas a vivir de la misma manera. Sin embargo, no ocurre esto siempre: para
muchas personas sería muy diferente… ¿Qué pensáis vosotros? ¿Cómo sería vuestra vida con el
conocimiento de lo que haya detrás de la muerte, o bien, sin ese conocimiento?
-En realidad, vamos muriendo cada día. Desde que nacemos. Debemos pasar todas las etapas
de la vida y morir en paz. La muerte y su conocimiento también es vivir. Por eso hemos de vivir lo
mejor posible…
-Siempre necesitamos una perspectiva de futuro, una motivación para hacer cosas. Según te
plantees el hecho de la muerte, así vives tu vida. Por ello, pienso que necesitamos una seguridad,
que dé respuesta a la pregunta: ¿Qué va a ser de mí?
-Esto de “cómo vivimos”, según nuestra consideración de la muerte, me recuerda un texto
de Ann Druyan -compañera de Carl Sagan durante sus últimos veinte años de vida- que venía a
decir (esta participante lo leyó completo allí, a los asistentes, vosotros lo podéis leer en la entrada a
este relato), que no necesitamos saber qué hay después, que nos basta el hecho de que nos hemos
encontrado tú y yo en la inmensidad del Cosmos, y que esto ya merece la pena, esta maravillosa
realidad.
-Nuestra tradición cultural, religiosa, nos ha llevado a tener miedo a la nada (horror vacui),
pero esto no es un lastre para mí. Vivo, sin más.
-Es la primera pregunta que surgió en el hombre, que llevó a tratar de comprender el mundo,
que el mal tuviera un sentido…
Le detiene un momento, el moderador: Hablas en general, pero ¿quién pregunta eso del
sentido de la vida?
-Todo el mundo…
-¿Tú?
-Yo me centro en el presente, lo que me importa.
-Efectivamente, es el sentido de mi vida el que te lleva a plantearte el sentido de la vida.
-Yo, cuando me “enteré” de que moríamos, a través de la posibilidad de perder a otra
persona, me eché a llorar.
-¿Por ese otro?
-Por curiosidad.
-…tuya.
-Señores: la muerte es un gran negocio, empezando por la religión. Y contra ello me rebelo.
Yo no estaré, pero, ¡la humanidad seguirá estando, y antes, la vida misma! ¡Merece la pena ser
vivida! Eso del nirvana no tiene sentido. Sentir, vivir. ¡Eso, si! Yo tenía dos hermanos muy
diferentes: uno era pesimista, crítico con todo, sufría por todo y le costó mucho morirse; el otro era
un pasota, leía mucho, tranquilo, todo le daba igual y se enfrentó a la muerte pacíficamente.
-Entonces, propone el moderador, podemos mirar si a la muerte conviene aceptarla como
algo natural.
Y llamó la atención de los asistentes sobre los componentes vitales negativos que había
suscitado -hasta ese momento de la discusión- el desconocimiento de lo que hay detrás de la muerte:
temor, inseguridad, sensación de vacío, necesidad imperiosa de encontrar un sentido, una explicación… Y le pregunta el moderador a la chica que había plateado inicialmente la cuestión de
la muerte y lo que hubiera detrás de ella: todo esto que ha salido puede nombrarse como angustia
vital; si consiguiéramos resolver esta nuestra angustia vital, ¿el contenido de la pregunta, sería
relevante para ti? ¿Te preocuparía saber o no saberlo?
-No me haría falta saberlo.
-Eso parece, habríamos dejado atrás la pregunta.
-De hecho, así se refleja en la literatura: cuando estamos tranquilos no nos lo planteamos,
qué hay detrás de la muerte.
Así pues, como vemos, de lo que se trata es de cómo vivimos, de cómo vivir bien, y cuando
esto lo logramos, aunque sea mínimamente, esa angustia vital, que se expresa en la cercanía de la
conciencia de la muerte, desaparece. O al menos, podemos planteárnoslo sin agobios, apostilló uno
de los jóvenes participantes.
Con esto, habíamos llegado a una playa clara y pacífica, en la que solazarnos. No pretende
mayor objetivo nuestro café filosófico. Podíamos marcharnos con la sensación de haber realizado
un trabajo juntos. Pero no fue así, la mayoría querían continuar el diálogo. Y una pregunta,
relacionada con la muerte, pero más mundana -no tan trascendente- había quedado esperando detrás
de la puerta un mejor momento: ¿Es utilizada la muerte, con interés, en nuestro mundo? Ya
había mencionado el grupo el uso que, a veces, de la muerte por parte de la religión, pero hubo de
distinguirse entre religión establecida y religiosidad humana… “no confundamos”, no es lo mismo,
insistió una participante adulta. Y utilizan la muerte para sus intereses de este mundo, la política, la
industria armamentística, y hasta los padres con su hijos…
-Pero, un momento: ¿Se maneja o manipula la muerte o, más bien, el temor a la muerte?
-Obviamente, el temor a la muerte.
-Y no olvidéis que bajo la categoría de “miedos” hay otros miedos: a equivocarme, a sufrir, a
la oscuridad, a lo desconocido, a la frustración, al fracaso…
-Así nos controlan tan fácilmente… Es tan fácil controlar a la gente…
-Pensemos: ¿Un niño pequeño, un bebé, siente miedos?
-Recordemos el famoso experimento de Watson: el miedo es creado socialmente.
-Y recordemos que el miedo al fracaso, te hará fracasar con mayor probabilidad.
Por ello, es tan importante mirar ese miedo que tenemos en un momento dado… no taparlo,
no sustituirlo, no huir de él… enfrentarlo, puesto que ha sido creado. El temor es natural, el miedo es
creado y puede deshacerse. De ahí, la importancia de VIVIR SIN MIEDO. Cómo gestionamos el
miedo a vivir, sería un componente esencial del bien vivir. Del miedo a vivir, ¡hay que curarse! Y no
importará tanto el tener que morirse. Esta segunda conclusión vino a unirse a la anterior. Ya nos
suena, ¿verdad?
Una última pregunta -también mundana, sobre la muerte- trató de responder el grupo, pero tan
rápidamente que te la dejo a ti, que asistes en diferido a este café filosófico, para que tú te la
plantees más largo y tendido: hemos planteado, a través del relato, cómo nos relacionamos
individualmente con la muerte, pero no tanto cómo lo hacemos socialmente. Así que, te pregunto:
¿cómo se relaciona nuestra cultura con la muerte? ¿Lo hace adecuadamente, vive con ella o
huye de ella?