porque el héroe se hace con el miedo / sobre todo su miedo / a partir de su miedo / se hace héroe el héroe / ahuecando el miedo / y llenándolo de acción / para entumecerlo / haciendo tiempo en lo hermoso / haciendo tiempo en lo vivo.
Chantal Maillard, Escribir
El café filosófico previsto del mes de marzo hubo de anularse, todos pueden pensar por qué; y se ha retomado on line una semana después, todos sabemos por qué. Si la filosofía ha de estar presente, éste es nuestro presente, aquí y ahora, una pandemia que nos ha confinado forzosamente en casa a la mayoría, los más afortunados. Algunos ni tienen dónde recluirse, mientras que otros se juegan la vida a diario, para que la supervivencia sea posible sin demasiados sobresaltos. Todo un experimento social y toda una experiencia personal, donde la filosofía tiene que poder jugar un papel importante. La filosofía, especialista en crisis, en vivir la incertidumbre, la duda, el cuestionamiento constante, el no conformarse, la desidentificación… en suma, la búsqueda de cómo somos, ahondando en quiénes somos. De igual manera, nuestro veterano café filosófico, dentro de sus limitaciones, adaptándose, ahora a través de una pantalla.
Pónganse cómodos –zapatillas y pijama o chándal–, pongan a punto su café u otra cosa y nos vamos… para llegar. El espacio filosófico está despejado… no hay peligros que nos acechen, tan sólo técnicos. Un espacio de diálogo filosófico y, si es un diálogo, interactivo. Los participantes colaboran para hallar algunas respuestas básicas, sobre aquello que más les concierne en un momento dado. Éste de ahora. Dialogar no es acumular opiniones, no es exponer una tesis a través de una minicharla, tampoco tratar de convencer a nadie ni ganar alguna batalla, o contar mis batallitas. Más bien, la coordinación de varias mentes, colaborando, investigando juntas, que buscan lo mejor de que son capaces, orientando su trabajo hacia el bien y la verdad… Si conviene a todos, me conviene a mí mismo y viceversa… A mí mismo en el fondo, desde el fondo, no a cualquiera de mis personajes.
El conductor del encuentro propuso comentar brevemente un texto que le había llegado a través de otros amigos; no está clara su autoría (atribuido a Carl G. Jung en Internet, parece ser que es un cuento de Alessandro Frezza). El texto plantea una paradoja, que los participantes entendieron y salvaron con mucha facilidad: si por una cuarentena (en este caso debido a la peste), el capitán de un barco a un chico, que empieza a angustiarse por el confinamiento a bordo, al que le duele no poder bajar y abrazar a su familia, privarse de ello, le dice: “Prívate aún más de algo” (…), pues “si te privas de algo sin responder de manera adecuada, has perdido”. Dos ideas-clave, que estaban supuestas: primero, que una privación forzosa no es libre, pero una autoprivación es libre; segundo, que no puedes cambiar la situación de confinamiento forzada, pero sí la manera de responder ante ello (recordemos al estoico Epicteto). Y, a continuación, el relato enumera las nuevas costumbres que se autoimpuso dicho capitán, en una anterior experiencia de aislamiento: ser consciente de que otras personas lo están pasando peor, comer menos y alimentos más sanos, estar atento a mis pensamientos dañinos y darles la vuelta para verlos de otro modo, leer algo nuevo, hacer ejercicio físico, realizar respiraciones profundas por la mañana y, por la tarde, dar las gracias por todo lo que he podido vivir hasta ahora, practicar la meditación, no pensar en lo que no puedo hacer, sino en lo que sí puedo hacer, y en lo que podré hacer después de este período, entrenar la capacidad de espera, gozosamente… Y acaba con una apelación al desarrollo interior: “Sí, aquel año me privaron de la primavera, y de muchas más cosas, pero yo había florecido igualmente, me había llevado la primavera dentro, y nunca nadie más habría podido quitármela”. De ahí que el moderador pidiera a los participantes examinar su vida de ahora, y que trajeran al diálogo “algo nuevo que habían comenzado a hacer o que lo hubieran retomado”, a consecuencia de este confinamiento en que vivimos. Y, como ellos, vosotros también podéis mirarlo.
¿Cómo gestionar nuestros miedos?, fue la pregunta que se formuló por parte de la persona que propuso la temática del miedo, esa tarde, por votación, aquella tarde lejana en la distancia, pero compañada en la cercanía de nuestras pantallas. Sin embargo, hubo de reformularse la pregunta: “gestionar” suena muy administrativo, muy económico, mejor “sobrellevar”, “convivir”. Así pues, ¿cómo convivir mejor con nuestros miedos?
– Para poder convivir con el miedo hay que saber la causa.
– Pero sin huir de lo que lo produce, hay que aprender a sobrellevarlo.
– Sí, hay que “normalizar” el sentir negativo que acompaña al miedo.
– ¿Qué habría que lograr primero, ¿buscar la causa o estabilizarlo en nosotros? –pregunta el moderador.
– Cuando tenemos miedo, está claro, el punto de partida ha de ser calmarnos, aceptar nuestro miedo, y luego averiguar la causa y examinarla –estuvieron de acuerdo, los participantes.
Ya iba quedando más claro que la manera preferible de vivir el miedo pasaba por nuestro autocontrol, o la capacidad aprendida para regularlo. Algo que puede desarrollarse con el vivir y el estar atentos al vivir…
– Pero, entonces, el miedo, ¿posee un origen exterior o interior? –pregunta el moderador. Está inducido por algo que nos sucede o por algo que está en nosotros y que reacciona con temor…
– Es exterior…
– Es interior…
– Pero, cuando es exterior, ¿no es también interior?
– Siempre.
Esto llevó al grupo a detenerse un momento en la diferencia entre preocupación y miedo: la pre-ocupación conlleva hacerse cargo de antemano de aquello que nos apremia, prestarle atención, lo que no tiene por qué ir acompañado de ningún tipo de miedo. En el miedo, sin embargo, hay un temor acerca de algo importante en nosotros, en último término, nosotros mismos, nuestro ego o personaje construido a lo largo de la vida en la interacción entre nosotros y las circunstancias, que está en peligro. Y una de las participantes –ya que se hablaba de lo nos sucede y de nuestra respuesta a lo que nos sucede, y cómo nos conforma– introdujo una bonita descripción, basada en los instintos, pues valdría para todo tipo de animal, humano y no humano: ante el miedo atacamos, huimos o “nos hacemos el muerto”. Y se analizaron algunos ejemplos emblemáticos… También, efectivamente, nosotros reaccionamos así ante situaciones que nos producen miedo. Y esas conductas las podemos apreciar en nosotros mismos o en los demás (aparentemente) estos días, en los que tantos temores están aflorando, ante tanta incertidumbre, que nos había llevado a plantear ente otras cosas, precisamente, esta cuestión del miedo como centro de nuestro café filosófico del día.
Es correcto, todas las mencionadas reacciones con también humanas, muy humanas, como diría Nietzsche, experto en sótanos de la humanidad, pero, ¿es posible que los seres humanos añadan sus peculiares formas de responder al miedo? Una esclarecedora discusión que hubo finalmente de contrastarse con los casos, con la experiencia de casos humanos. Pues bien, una respuesta propia del ser humano es el arte, se dijo, una manera de sublimar, aplacar, convivir con el miedo de una manera creativa o productiva. Y también, podemos aprender a controlar el miedo, tal se dijo antes, regularlo, como toda emoción que propenda a arrastrarnos con ella. Se trajo a colación el ejemplo que mencionaba un conocido antropólogo, Marvin Harris: entregarse de manera voluntaria y sumisa al dentista es algo sólo al alcance de ese raro animal humano. Pero el ejemplo decisivo fue el que aportó una de las participantes más jóvenes, tan actual: los sanitarios y las personas que están diariamente en primera línea de la pandemia, no es que no tengan miedo, es que aprenden a vivir con él. Aprender a convivir con el miedo…
El diálogo filosófico había seguido su curso, pues habíamos reflexionado, examinado, nos habíamos distanciado, habíamos sentido y comprendido juntos, nos habíamos elevado por el encima de lo vivido a diario en nuestras casas, para volver luego sobre ello más lúcidos, más conscientes, el diálogo filosófico, decimos, había trazado un círculo para llegar al punto de partida. Aunque, todo el movimiento del ciclo anterior no había sido en vano… Éramos más ricos. A la pregunta: ¿se puede vivir con miedo?, la respuesta de aquella tarde fue capaz de llegar a ser: no, sería una vida difícil de vivir, pero se puede vivir con el miedo. Ahora ya sabíamos algo más, lo que significa convivir con el miedo. Y que es posible, que puede aprenderse y desarrollarse. Incluso, puede ser aconsejable… menos peligroso, lo más prudente. Llegados a este momento, ahora es tu turno… ¿vas a sentir miedo, conscientemente, o vas a identificarte y a dejarte arrastrar por él?
Publicado en HomoNoSapiens: https://www.homonosapiens.es/cafe-filosofico-se-puede-vivir-con-miedo/