Fecha: 21 de junio Hora: 20
Lugar: Hotel “Torremar” de Torre del Mar
Resumen del libro
La autora escapa, palabra arriba, hacia su propio pasado. Este es, sobre otros, el misterio de la fragilidad de las imágenes y aromas que colman sus relatos. “No viste madre que cuando me llamabas de madrugada, yo ya estaba despierta y que con una linterna alumbraba un libro. Quería leerlo antes de devolverlo al bibliobús. ¿No escuchaste el solitario mundo de mis sueños?
El mundo interior de Lola celebra el efímero fulgor de los instantes. Contempla la vida mientras se agranda el silencio. “Hundía sus nudillos en la lana, sus manos se movían diestras hasta emparejar el viejo colchón y cubrirlo con las sábanas de lienzo, muy blancas y muy bien remendadas”.
Amor y memoria. Instantes. Alegría y amargor, todo, a corazón abierto.
Resumen de la sesión
Hermoso final para el Club de Lectura del Curso 2017/18. Hermoso, porque hemos analizado un libro que, sobre todo, trata de sentimientos; escrito con mucho corazón y desde muy adentro, como decía uno de los contertulios. Y además con la presencia de su autora con la que pudimos profundizar en los motivos que la llevaron a escribirlo y tocar muchos otros temas.
Surge la primera pregunta: ¿Cómo decidiste a escribir este libro? “Lo empecé a escribir durante los tres últimos años de vida de mi madre. Tres o cuatro últimos años en los que yo estaba mucho tiempo con ella. Mi madre nunca perdió la memoria y de quien más hablaba era de su madre, aunque perdiese a una hija, de su madre y de las palizas que recibía de su marido: – Y que me acuerdo de lo malo que fue mi padre con mi madre y de lo que hizo sufrir mi padre a mi madre. Y de la vida de sacrificio que llevó mi madre -. Ella no ha dejado de hablar de todas estas cosas y de hablar mucho. Era muy habladora y acaparaba todas las reuniones. Empecé a escribirlo en esa época no pensando en publicarlo sino con la intención de curarme. Eran muchas horas con ella y necesitaba expresarme. Los libros eran mi espacio íntimo y lo siguen siendo: –No viste madre que cuando me llamabas de madrugada, yo ya estaba despierta y que con una linterna alumbraba un libro. Quería leerlo antes de devolverlo al bibliobús. ¿No escuchaste el solitario mundo de mis sueños? -. Por ello me alegra la existencia de los Clubs de Lectura. Creo que es un regalo que nos hacemos las personas que participamos en ellos, pues disfrutamos de la lectura y, además al compartirlo, se disfruta mucho más por lo que aprendemos en el intercambio de opiniones.”
Fue, como se comprobará en este análisis, una tarde donde nos sentimos, autora y asistentes a la tertulia, muy compenetrados y a gusto ya que nos vimos, muchos de nosotros, muy reflejados en la temática.
El libro – manifestaba uno de los asistentes – es una muestra de lo que ha sido siempre el trabajo de las madres en las casas, sin parar desde el alba al anochecer: cocinar, lavar, tender, planchar, coser, comprar, blanquear… Y, casi sin darse cuenta, sin tiempo para dar ese beso o abrazo que están esperando, anhelantes, los hijos: – ¿No viste madre que quería un abrazo que aliviaran mis torpes manos?… Me veo niña: delgadita, enclenque, mirándote. ¿Esperaba yo un beso, mamá? Me regañabas: ¡Qué haces ahí pará Loli! ¡Corre a por un cubo de agua! ¡No estás nunca en ná!. O también se puede considerar como homenaje al trabajo no reconocido en demasiados casos, de nuestras madres. No creo que haya que hacer un análisis exhaustivo del libro, manifestó alguien. Simplemente necesitabas hacer ese homenaje y lo has hecho; necesitabas expresarte y lo has hecho muy bien. Todos coincidimos en que es un libro ameno, muy fácil de entender y muy oportuno. ¿Por qué? Porque estamos en un momento cultural de la Humanidad en la que estamos reivindicando que las mujeres lo hacéis todo y sin reconocimiento. Efectivamente las manos de nuestra madre son las que hacen todas las tareas y eso es universal. Ésta, la universalidad, era una de las preocupaciones de Lola al escribir el libro. “No comparto que el libro sea solo para gente de la Axarquía o para personas de cincuenta o sesenta años. Creo, y a lo mejor sobrevaloro esta escritura mía, que es más universal. El libro ha llegado a otros lugares que no es Málaga y a gente joven, y me han llamado diciéndome que el libro les ha emocionado. Como profesora de Lengua y Literatura, yo siempre busco lo universal. Quiero ver que esa niña que no recibe un beso o un abrazo, es una niña de cualquier país, de cualquier lugar. Sea una madre analfabeta o trabajando todo el día en una oficina y que al llegar a la casa no le da un beso a su hija. En el libro hay costumbrismo, pero también hay sentimientos del ser humano de cualquier época. A mí me gustaría, como profesora de Literatura, que se buscara esa pista en el libro.”
Y continuaron las opiniones. Me parece un libro valiente, de recuerdos, de sacar cosas que se tienen dentro. Y al hablar de valentía lo digo porque pienso que no es fácil contarle a los demás lo que hemos sufrido. El transmitir alegrías gusta y apetece, pero reconocer públicamente que en aquel momento tú estabas falta de los besos o abrazos de tu madre o de la existencia de malos tratos dentro de la familia, para mí es una muestra de valentía. “Ya que hablas de valentía, te diré que yo fui escribiéndolo y sí tuve la valentía de ir enseñándolo a los compañeros del Instituto donde trabajaba. Lo que escribía se fue pasando de unos compañeros a otros. ¿Y no vas a escribir más?, me decían. A partir de entonces inauguré una cosa que hasta entonces no había hecho: compartir mi escritura. Pero no hay que olvidar que aunque estos relatos son reales, no deja de ser una creación literaria. Por otro lado es fácil de leer porque está escrito para que mi madre lo entendiera. Yo no tenía la intención de publicarlo pero le leía a mi madre algunas de las cosas que tenía escritas y me decía que le daba tristeza y alegría a la vez. Y me decía: ¿La gente no va a leer esto de mí? Por ello, después de su fallecimiento decidí publicarlo”.
Y salió la pregunta de la portada del libro. “Unas compañeras mías querían conocer Lagos (nuestro Macondo como decía una amiga mía), – Lagos, en el año 68, era una parada de la Alsina Graells en la carretera Málaga-Almería, tres molinos de aceite, el cortijo Panchela, un maestro de escuela, una maestra de escuela y una población casi sin alfabetizar… cuatro tiendas, un estanco, Olivos. Algo de huerta. Pitas y chumberas. La molineta. Y un bibliobús.– y también conocer a mi madre. Hicieron una serie de fotos y entre ellas la de las manos que yo elegí posteriormente para que fuera la portada del libro. Era un día gris y decía una de mis compañeras que ese era el color de la memoria.”
Comentarios favorables por la recuperación de palabras que eran de uso cotidiano en aquella época pero desconocidas para los asistentes a la tertulia más jóvenes: percodío, el azulín, tilín, lebrillo, el cumplir, rebalaje… El recuerdo de muchas de las “ceremonias” olvidadas ya en las casas, sobre todo en las ciudades o por estar superadas en el tiempo: hacer jabón, la muerte del gallo, el hacer roscos, el ir a por la leche al cabrero y su hervor posterior para evitar las fiebres malta, los blanqueos periódicos, sanjuanear…
¿Tú te sentías feliz? le preguntan a Lola. “Yo siento la escasez. Es un rasgo de mi carácter: aprovechamiento del aceite, del agua, el control del gasto de la luz… Mucho trabajo durante todo el día. No hay que olvidar que en mí hay dos yoes: la niña y la adulta. Cuando yo me sentaba a escribir, ya adulta, la niña volvía a mí. No me he instalado en ningún momento en el victimismo y he tenido una gran maestra en mi madre que reía como nadie. Yo también río, pero hay en mí cierta falta amorosa que mi madre recordaba en los últimos años cuando estábamos más tiempo juntas – debido a tanto trabajo y las atenciones que demandaba tu hermana enferma – y dedicarse más a los hijos de mi hermana cuando ésta falleció. No juzgo ese tiempo. Es mi homenaje a Ana que casi no tenía tiempo para sentir. Era un tiempo en el que todo lo accesorio no existía. ¿Una infancia feliz?, pues no. A mí me gustaba leer y no tenía libros; quería una guitarra y como había que venir a Torre del Mar a dar clase, no podía ser; miraba a los flotadores de colores que tenían otras niñas o las gafas de bucear, mientras yo me bañaba con una rueda de camión…Tuve esas frustraciones y todo ello influye en el carácter.
Y llama la atención entre los asistentes el hecho de que en medio de tanta estrechez como teníais, se respira en el libro la generosidad: comprar en todas las tiendas para poder ayudar a todos, la ayuda a Sofiíca y a Joseico o las puertas siempre abiertas para cuando llegase Federico… Y Lola nos recuerda el miedo y el rechazo por su fuerte olor que le producía, de niña, la llegada de Sofiíca.
Hablamos de muchas más cosas. De la importancia y el mérito de estudiar en una época, los años 80, donde todavía se respiraba el atraso en la Axarquía, de cómo los que hemos vivido en pueblos pequeñitos nos hemos visto reflejados en estos relatos, de la reivindicación de que pueblos pequeños como Lagos (806 habitantes) y una población muy diseminada, también necesitan tener vida, de la importancia de escribir este tipo de documentos porque nos dicen quiénes somos y de dónde venimos, de los cambios favorables habidos en nuestra sociedad, de la importancia de reivindicar nuestros orígenes…
Quien ha escrito estos relatos de “Las manos de mi madre” es Lola, la hija de Fernando y Ana. Una persona sin currículum que lo que tiene es necesidad de amor. Así lo dice ella, y así lo transcribo. Gracias, Lola, por este libro y por habernos permitido disfrutar de este momento. Felicidades, Lola, por la forma de cómo nos has hecho llegar tus sentimientos.
Por último Lola nos hizo una recomendación, la lectura del libro “El lugar” de la escritora francesa Annie Ernaux en la misma línea de “Las manos de mi madre” y un regalo: nos leyó el último relato de su libro, titulado Fregar platos. Después, tanto ella como nosotros empezamos a sanjuanear. Final del Curso 2017/18. Feliz verano.
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Próximo libro: “Las hijas del capitán” Autora: María Dueñas
Fecha: 18 de octubre. Hora: 20h.
Lugar: Ático del Hotel “Torremar” de Torre del Mar